domingo, 22 de febrero de 2015

EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA - Parte III

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EL SACRAMENTO DE
LA EUCARISTÍA

Parte III



 Institución 🍷

En el Antiguo Testamento encontramos varias prefiguraciones de este sacramento, como son:

El maná, con que se alimentó el pueblo de Israel durante su peregrinar por el desierto (Cfr. Ex. 16,).

El sacrificio de Mequisedec, sacerdote que en acción de gracias por la victoria de Abraham, ofrece pan y vino (Cfr. Gen. 14, 18).

El mismo sacrificio de Abraham, que está dispuesto a ofrecer la vida de su hijo Isaac (Cfr. Gen. 22, 10).

Así como el sacrificio del cordero pascual, que libró de la muerte al pueblo de Israel, en Egipto (Cfr. Ex. 12).

Igualmente, la Eucaristía fue mencionada (a manera de profecías) en el Antiguo Testamento por Salomón en el libro de los Proverbios, donde le ordena a los criados a ir para comer y beber el vino que les había preparado (Cfr. Prov. 9,5). El profeta Zacarías habla del trigo de los elegidos y del vino que purifica.

 El mismo Cristo (después de la multiplicación de los panes) profetiza su presencia real, corporal y sustancial, en Cafarnaúm, cuando dice: <<Yo soy el pan de vida… Si uno come de este pan vivirá para siempre, pues el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo>> (Jn. 6, 32-34; 51).

En su Última Cena, Jesucristo, instituyó el sacrificio eucarístico de Su Cuerpo y de Su Sangre. Jesús ofreció aquel día en el cenáculo el mismo sacrificio que iba a ofrecer pocas horas más tarde en el calvario: con anticipación, se entregó por todos los hombres bajo las apariencias de pan y vino.

 Cristo, sabiendo que había llegado su 'hora', después de lavar los pies a sus apóstoles y de darles el mandamiento del amor, instituye este sacramento el Jueves Santo, en la Última Cena (Mt. 26, 26 -28; Mc. 14, 22 -25; Lc. 22, 19 - 20). Todo esto con el fin de quedarse entre los hombres, de nunca separarse de los suyos y hacerlos partícipes de su Pasión. El sacramento de la Eucaristía surge del infinito amor de Jesucristo por el hombre.

El Concilio de Trento declaró como verdad de fe, que la Eucaristía es verdadero y propio sacramento porque en él están presentes los elementos esenciales de los sacramentos: el signo externo, materia (pan y vino) y forma, confiere la gracia y fue instituido por Cristo.

Cristo deja el mandato de celebrar el Sacramento de la Eucaristía e insiste, como se puede constatar en el Evangelio, en la necesidad de recibirlo. Dice que hay que comer y beber su sangre para poder salvarnos (Jn. 6, 54-58).

 La Iglesia siempre ha sido fiel a la orden de Nuestro Señor. Los primeros cristianos se reunían en las casas (Hc. 2, 46), donde leían unas Lecturas del Antiguo Testamento y luego se daba lugar a lo que llamaban “fracción del pan”, cumpliendo así el mandato que Cristo les dejó a los Apóstoles (Lc, 22, 19).

Poco a poco se le fueron añadiendo nuevas lecturas, oraciones, etc. hasta que en 1570 San Pío V determinó como debería ser el rito de la Misa, mismo que se mantuvo hasta el Concilio Vaticano II.

 Todo esto es un gran misterio, pero así lo hizo Jesucristo que, por ser Dios, lo puede todo. 

Lo mismo que, con Su sola palabra hizo milagros así, con Su sola palabra, convirtió el pan y el vino en Su Cuerpo y en Su Sangre cuando dijo: «Esto es mi Cuerpo... éste es el cáliz de mi Sangre...» (Mt, 26, 26ss).



Elaboración: Douglas Eulises Arce Gómez, Mfc.

Fecha: 22 Feb 2015

Fuentes: 
Catholic.net
Mercaba.org
Para Salvarte, P. Jorge Loring.

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