· ¿Por qué
estás aquí? Estás aquí porque el Señor te ha llamado. Él, que te ama más que
nadie, te ha traído aquí hoy, para mostrarte su amor, para regalarte su luz,
para darte su paz.
· El Señor te
invita a descansar en Él. No importa ahora los problemas que tengas, las
preocupaciones que te agobien, las dudas que te asalten… Sólo importa el amor
que Dios te tiene. Sólo importa la historia de amor que Dios quiere vivir
contigo. Por eso, ¡no te preocupes! ¡Descansa en el amor de Dios! ¡Él lleva tu
vida! Él sabe lo que necesitas en cada momento. Y Él te dará lo que realmente
necesitas.
· Tanto Jesús
como la Iglesia nos enseñan que todos los cristianos recibimos el Espíritu
Santo en el sacramento del bautismo, y que toda la vida cristiana está movida
por el Espíritu Santo.
· Pero, ¿quién
es el Espíritu Santo? ¿Qué hace en la Iglesia? ¿Qué hace en la vida cristiana?
¿Cómo actúa en cada uno de nosotros? ¿Qué hace en tu vida?
· El Espíritu
Santo actúa, sobre todo, en la misión de la Iglesia, testimoniando que la
Iglesia es una obra divina, que, pesar de las apariencias humanas, es Dios
quien conduce la Iglesia:
· la guía en
su misión, y en ella le descubre constantemente nuevos campos de acción y
tareas a realizar.
· El Espíritu
Santo es la fuerza que impulsa tu vida de creyente; y, si te dejas llevar por
él, produces los frutos propios del Espíritu.
· Es la fuerza
que te capacita para confesar a Jesucristo: Nadie puede decir: Jesucristo es
Señor, si no es bajo la acción del Espíritu Santo (1 Co 12, 3).
· Es quien
obra en tu vida una doble apertura:
· a Dios,
expresada sobre todo en la oración
· a los
hermanos, expresada en el servicio generoso de la caridad.
· es la prenda
firme de la esperanza cristiana (Rom 8, 18-27).
· El Espíritu
Santo es la presencia activa y la acción presente del Señor glorificado en la
Iglesia y en el mundo. El Espíritu Santo el don de la nueva vida, es, también,
el dador de este don, una verdadera persona divina.
· Esta presencia
activa comienza a actualizarse y hacerse presente en el bautismo, por el que
nos hacemos criaturas nuevas. El bautismo nos convierte en hijos, nos da la
vida divina.
· En el
bautismo Dios realiza en el hombre, por el Espíritu Santo, una transformación
real y esencial: Dios no sólo declara justo al hombre, sino que hace que sea
justo. Este nuevo nacimiento presupone y comporta el perdón de todos los
pecados.
· Esta
liberación del pecado trae consigo también la liberación del poder de la
muerte. Trae consigo nueva comunión y amistad con Dios, reconciliación y paz.
· La
reconciliación con Dios sólo es posible mediante la fe. La fe es el principio
de la salvación: "El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista
a creer, será condenado" (Mc 16, 16). La fe significa estar identificado
con la actitud fundamental y más íntima de Jesús. Vivir cristianamente es vivir
en la fe y por la fe. Por medio de la fe el Espíritu Santo nos hace descubrir
el punto de vista de Jesucristo que ve a Dios como Padre, y el punto de vista
del Padre que ama al mundo.
· La fe no es
una teoría. La fe es una vida, una historia de amor entre Dios y nosotros,
entre Dios y tú. Dios te ama, Dios te busca desde toda la eternidad, quiere
vivir una historia contigo, una historia de amor y de salvación.
· Esta es la
radical diferencia entre el cristianismo y las demás religiones: aquí no sólo
eres tú quien busca a Dios: es Dios mismo quien te busca a ti. Es Dios mismo
quien ha venido en persona -en Jesucristo- a hablarte al corazón y a mostrarte
el camino de la vida.
· Esto es un
misterio que nunca comprenderás. Pero no importa. A Dios no se le estudia: a
Dios se le ama. Y la fe, misterio de amor, es un don que has de pedir al Señor.
El Señor sólo se revela a los pobres, a los pequeños.
· Esta lógica
de la fe que nos otorga el Espíritu, te introduce, además, en un mundo de
valores que contradicen los criterios mundanos. La lógica de la fe no es otra
cosa que alcanzar y transformar con la fuerza del Espíritu Santo los criterios
de juicio, los valores determinantes... Es pensar como pensó Jesús, amar como
amó Jesús, vivir como vivió Jesús, obedecer la voluntad del Padre, como lo hizo
Jesús: es, en definitiva, tener a Jesucristo como único Señor y único Maestro,
y tratar de que tu vida se parezca cada día más a la de Cristo.
· Esta vida
nueva que Dios te regala en el Espíritu, es todavía una experiencia
provisional: son las primicias de la herencia definitiva que encontrará su
plenitud en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. Dios te ama
tanto que no te ha creado para vivir cien años. El amor de Dios es tan grande
que ni el tiempo puede ponerle límites: Dios te ama para toda la eternidad,
para siempre.
· El Espíritu
Santo viene sobre todos los bautizados y realiza en ellos lo que Jesús anunció
a los apóstoles. Jesús llama al Espíritu Santo "paráclito", es decir,
el "defensor", el "abogado", el que asiste a los
discípulos.
· El Espíritu
de la verdad no puede ser reconocido por el mundo, porque el mundo se opone a
Dios y a su plan de salvación.
· El Espíritu
da testimonio de Cristo, ante todo, en el corazón de los discípulos,
preparándolos y fortaleciéndolos mediante la verdad para hacer frente a la
acción de Satanás, príncipe de este mundo, que ha intentando hacer fracasar el
proyecto salvador de Dios para los hombres.
· El Espíritu
convierte también a los mismos discípulos en testigos de Jesús ante el mundo,
que ha rechazado su mensaje.
· En el
testimonio del Espíritu los discípulos encuentran la fuerza necesaria para no
dejarse encadenar por la mentira del mundo y para permanecer fieles en su
testimonio, porque el Espíritu de la verdad les da la certeza de la justicia de
Cristo.
· Jesús presenta
al Espíritu Santo precisamente como el maestro interior del cristiano. Él te
ayudará a recordar el sentido y el valor de todo lo que Jesús ha dicho y hecho.
La verdad de Dios ya ha sido revelada: lo que hace el Espíritu es dar a los
discípulos una inteligencia cada vez más profunda del misterio de Cristo.
· El Espíritu
hace a Cristo presente y actual de modo que la verdad de Cristo penetre en tu
corazón e ilumine tu conciencia para que vivas de Él.
· Porque la
vida cristiana no está ya hecha, sino haciéndose. Hay que crecer cada día hasta
que alcances la meta, que es la vida eterna. Y en este crecimiento, el Espíritu
va transformado tu corazón, va esculpiendo en él el rostro de Cristo, poco a
poco va modelando tu corazón, si le dejas, para que sea cada día más parecido
al Cristo.
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