viernes, 25 de mayo de 2012

EL ESPÍRITU SANTO


· ¿Por qué estás aquí? Estás aquí porque el Señor te ha llamado. Él, que te ama más que nadie, te ha traído aquí hoy, para mostrarte su amor, para regalarte su luz, para darte su paz.

· El Señor te invita a descansar en Él. No importa ahora los problemas que tengas, las preocupaciones que te agobien, las dudas que te asalten… Sólo importa el amor que Dios te tiene. Sólo importa la historia de amor que Dios quiere vivir contigo. Por eso, ¡no te preocupes! ¡Descansa en el amor de Dios! ¡Él lleva tu vida! Él sabe lo que necesitas en cada momento. Y Él te dará lo que realmente necesitas.

· Tanto Jesús como la Iglesia nos enseñan que todos los cristianos recibimos el Espíritu Santo en el sacramento del bautismo, y que toda la vida cristiana está movida por el Espíritu Santo.

· Pero, ¿quién es el Espíritu Santo? ¿Qué hace en la Iglesia? ¿Qué hace en la vida cristiana? ¿Cómo actúa en cada uno de nosotros? ¿Qué hace en tu vida?

· El Espíritu Santo actúa, sobre todo, en la misión de la Iglesia, testimoniando que la Iglesia es una obra divina, que, pesar de las apariencias humanas, es Dios quien conduce la Iglesia:


· la guía en su misión, y en ella le descubre constantemente nuevos campos de acción y tareas a realizar.

· El Espíritu Santo es la fuerza que impulsa tu vida de creyente; y, si te dejas llevar por él, produces los frutos propios del Espíritu.

· Es la fuerza que te capacita para confesar a Jesucristo: Nadie puede decir: Jesucristo es Señor, si no es bajo la acción del Espíritu Santo (1 Co 12, 3).

· Es quien obra en tu vida una doble apertura:

· a Dios, expresada sobre todo en la oración

· a los hermanos, expresada en el servicio generoso de la caridad.

· es la prenda firme de la esperanza cristiana (Rom 8, 18-27).

· El Espíritu Santo es la presencia activa y la acción presente del Señor glorificado en la Iglesia y en el mundo. El Espíritu Santo el don de la nueva vida, es, también, el dador de este don, una verdadera persona divina.

· Esta presencia activa comienza a actualizarse y hacerse presente en el bautismo, por el que nos hacemos criaturas nuevas. El bautismo nos convierte en hijos, nos da la vida divina.

· En el bautismo Dios realiza en el hombre, por el Espíritu Santo, una transformación real y esencial: Dios no sólo declara justo al hombre, sino que hace que sea justo. Este nuevo nacimiento presupone y comporta el perdón de todos los pecados.

· Esta liberación del pecado trae consigo también la liberación del poder de la muerte. Trae consigo nueva comunión y amistad con Dios, reconciliación y paz.

· La reconciliación con Dios sólo es posible mediante la fe. La fe es el principio de la salvación: "El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado" (Mc 16, 16). La fe significa estar identificado con la actitud fundamental y más íntima de Jesús. Vivir cristianamente es vivir en la fe y por la fe. Por medio de la fe el Espíritu Santo nos hace descubrir el punto de vista de Jesucristo que ve a Dios como Padre, y el punto de vista del Padre que ama al mundo.

· La fe no es una teoría. La fe es una vida, una historia de amor entre Dios y nosotros, entre Dios y tú. Dios te ama, Dios te busca desde toda la eternidad, quiere vivir una historia contigo, una historia de amor y de salvación.

· Esta es la radical diferencia entre el cristianismo y las demás religiones: aquí no sólo eres tú quien busca a Dios: es Dios mismo quien te busca a ti. Es Dios mismo quien ha venido en persona -en Jesucristo- a hablarte al corazón y a mostrarte el camino de la vida.

· Esto es un misterio que nunca comprenderás. Pero no importa. A Dios no se le estudia: a Dios se le ama. Y la fe, misterio de amor, es un don que has de pedir al Señor. El Señor sólo se revela a los pobres, a los pequeños.

· Esta lógica de la fe que nos otorga el Espíritu, te introduce, además, en un mundo de valores que contradicen los criterios mundanos. La lógica de la fe no es otra cosa que alcanzar y transformar con la fuerza del Espíritu Santo los criterios de juicio, los valores determinantes... Es pensar como pensó Jesús, amar como amó Jesús, vivir como vivió Jesús, obedecer la voluntad del Padre, como lo hizo Jesús: es, en definitiva, tener a Jesucristo como único Señor y único Maestro, y tratar de que tu vida se parezca cada día más a la de Cristo.

· Esta vida nueva que Dios te regala en el Espíritu, es todavía una experiencia provisional: son las primicias de la herencia definitiva que encontrará su plenitud en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. Dios te ama tanto que no te ha creado para vivir cien años. El amor de Dios es tan grande que ni el tiempo puede ponerle límites: Dios te ama para toda la eternidad, para siempre.

· El Espíritu Santo viene sobre todos los bautizados y realiza en ellos lo que Jesús anunció a los apóstoles. Jesús llama al Espíritu Santo "paráclito", es decir, el "defensor", el "abogado", el que asiste a los discípulos.

· El Espíritu de la verdad no puede ser reconocido por el mundo, porque el mundo se opone a Dios y a su plan de salvación.

· El Espíritu da testimonio de Cristo, ante todo, en el corazón de los discípulos, preparándolos y fortaleciéndolos mediante la verdad para hacer frente a la acción de Satanás, príncipe de este mundo, que ha intentando hacer fracasar el proyecto salvador de Dios para los hombres.

· El Espíritu convierte también a los mismos discípulos en testigos de Jesús ante el mundo, que ha rechazado su mensaje.

· En el testimonio del Espíritu los discípulos encuentran la fuerza necesaria para no dejarse encadenar por la mentira del mundo y para permanecer fieles en su testimonio, porque el Espíritu de la verdad les da la certeza de la justicia de Cristo.

· Jesús presenta al Espíritu Santo precisamente como el maestro interior del cristiano. Él te ayudará a recordar el sentido y el valor de todo lo que Jesús ha dicho y hecho. La verdad de Dios ya ha sido revelada: lo que hace el Espíritu es dar a los discípulos una inteligencia cada vez más profunda del misterio de Cristo.

· El Espíritu hace a Cristo presente y actual de modo que la verdad de Cristo penetre en tu corazón e ilumine tu conciencia para que vivas de Él.

· Porque la vida cristiana no está ya hecha, sino haciéndose. Hay que crecer cada día hasta que alcances la meta, que es la vida eterna. Y en este crecimiento, el Espíritu va transformado tu corazón, va esculpiendo en él el rostro de Cristo, poco a poco va modelando tu corazón, si le dejas, para que sea cada día más parecido al Cristo.

 

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